Palacio Buenavista Sevilla
Historia del edificio
Esta casa señorial del siglo XVII situada en la calle Cano y Cueto, ha sido rehabilitada en 2018 manteniendo las características de este edificio único en Sevilla. La fachada con sus balcones y grandes ventanales, pero sobretodo su patio interior son una muestra de la típica arquitectura sevillana. La reforma ha devuelto al edificio y a su azulejo todo su esplendor. Si nos fijamos en la parte superior izquierda de la fachada podremos ver una cerámica que representa a San Fernando, patrón de la ciudad de Sevilla.
Este azulejo recuerda que Fernando III, según cuenta la leyenda, pernoctó aquí en una posada que había en la época tras la conquista de la ciudad, de ahí el nombre por el que fue conocida, “La casa de una noche”. Como el trato que había tenido había sido tan bueno, les otorgó algo que para la época era impensable para cualquiera que no fuera de la nobleza, tener agua potable en su establecimiento y gratis.
El Ayuntamiento de la ciudad extendió dicha gracia real a todos los habitantes del edificio hasta que en él se sitúo el restaurante El Toboso.
El edificio cuenta con protección global B en el Plan General de Ordenación Urbanística debido a su alto valor histórico.
Lógicamente el edificio de la época no tenía pisos como el que actualmente se encuentra pero sí hay certeza del lugar donde estaba dicha posada y era ahí.
Hasta balazos le pegaron al retablo de cerámica trianera de la calle Cano y Cueto que representa a San Fernando en el mítico lugar conocido como Casa de una noche. Cerca de tres siglos logró aguantar (no demasiado bien) a ataques, inclemencias y desgastes varios, hasta que finalmente vuelve a estar flamante tras una restauración que ha devuelto la salud a esta pequeña pero valiosa reliquia de la historia de la ciudad.
El historiador y conservador de bienes culturales José León Calzado refiere a este periódico que fue en el pasado año 2016 cuando se iniciaron las obras de rehabilitación de la vivienda ubicada en el número 7 de la calle Cano y Cueto de Sevilla, según el proyecto del arquitecto Francisco Granero Martín y bajo la dirección de las obras de Francisco Orellana Albertos. «Las actuaciones que la edificación requería a nivel de fachada», según explica el experto, «exigían la extracción de su famoso retablo cerámico dedicado a San Fernando». Considerado no solo parte del edificio sino también como «un elemento importantísimo» que proteger, «esta actuación fue vista como una oportunidad excelente para restaurar la pieza y devolverle el esplendor que había perdido por el paso del tiempo y por una intervención anterior, encargándose su restauración a la empresa especializada Dédalo Bienes Culturales SL».
«Esta obra cerámica puede considerarse como un ejemplar único», prosigue José León Calzado, «pues después de revueltas como La Gloriosa a mitad del siglo XIX y otros edictos aprobados por el Ayuntamiento durante aquella centuria se produjo una eliminación generalizada de las imágenes sagradas y altares públicos que se encontraban en las calles y plazas de Sevilla. Pocas son las obras de este tipo que han logrado conservarse, por lo que el retablo cerámico constituye una creación artística e histórica de primer orden por sus valores y también por sus características técnicas, ya que ha desvelado multitud de aspectos sobre la producción alfarera que se hacía en Triana en los siglos XVII y XVIII».
El historiador resalta que precisamente estas características técnicas y las analogías que presenta el retablo con otras obras conservadas, caso del retablo de San Fernando de San Clemente y el de Cristo caído, hoy en el Museo de Bellas Artes, son «las que han permitido catalogarlo como una obra plenamente barroca datada a mediados del siglo XVIII. Diversas señales han revelado que en un momento dado de su historia fue arrancado de su lugar original y colocado en la fachada donde ha sido conocido a lo largo del siglo XX, lugar al que la leyenda popular concede el sobrenombre de la Casa de una noche, por ser supuestamente donde el rey Fernando III pernoctó durante la víspera de su entrada triunfal en Sevilla».
«El retablo cerámico se encontraba en un estado de conservación malo, ya que sus patologías estaban originadas por la acción humana», prosigue el historiador. «Presentaba multitud de fragmentaciones por la extracción anterior, además de perforaciones muy profundas ocasionadas por disparos recibidos durante las revueltas de la Guerra Civil, que habían generado a su vez fisuras por las que penetraba de forma directa la humedad, ocasionando así el deterioro de las baldosas».
La restauración «se ha desarrollado con una base teórica importante compuesta por el examen exhaustivo sobre su estado de conservación y por su caracterización técnica. La intervención se ha desarrollado durante cinco semanas. A lo largo de este proceso se efectuaron labores de limpieza en todas sus facetas, la unión de fragmentos, la restitución de lascas en su disposición original y la reintegración volumétrica y cromática con criterio científico de las lagunas que presentaba. Especialmente importante para su contemplación final han sido las actuaciones de reorganización de fracciones originales que se hallaban dispuestas de forma errónea y la ejecución ex profeso de la franja superior del enmarcado, tomando como modelo el original conservado en la zona inferior. Así, la restauración ha concluido no solo con la subsanación de su deterioro, sino con la recuperación de su composición original barroca, que podrá contemplarse en todo su esplendor en la fachada».
Este azulejo recuerda que Fernando III, según cuenta la leyenda, pernoctó aquí en una posada que había en la época tras la conquista de la ciudad, de ahí el nombre por el que fue conocida, “La casa de una noche”. Como el trato que había tenido había sido tan bueno, les otorgó algo que para la época era impensable para cualquiera que no fuera de la nobleza, tener agua potable en su establecimiento y gratis.
El Ayuntamiento de la ciudad extendió dicha gracia real a todos los habitantes del edificio hasta que en él se sitúo el restaurante El Toboso.
El edificio cuenta con protección global B en el Plan General de Ordenación Urbanística debido a su alto valor histórico.
Lógicamente el edificio de la época no tenía pisos como el que actualmente se encuentra pero sí hay certeza del lugar donde estaba dicha posada y era ahí.
Hasta balazos le pegaron al retablo de cerámica trianera de la calle Cano y Cueto que representa a San Fernando en el mítico lugar conocido como Casa de una noche. Cerca de tres siglos logró aguantar (no demasiado bien) a ataques, inclemencias y desgastes varios, hasta que finalmente vuelve a estar flamante tras una restauración que ha devuelto la salud a esta pequeña pero valiosa reliquia de la historia de la ciudad.
El historiador y conservador de bienes culturales José León Calzado refiere a este periódico que fue en el pasado año 2016 cuando se iniciaron las obras de rehabilitación de la vivienda ubicada en el número 7 de la calle Cano y Cueto de Sevilla, según el proyecto del arquitecto Francisco Granero Martín y bajo la dirección de las obras de Francisco Orellana Albertos. «Las actuaciones que la edificación requería a nivel de fachada», según explica el experto, «exigían la extracción de su famoso retablo cerámico dedicado a San Fernando». Considerado no solo parte del edificio sino también como «un elemento importantísimo» que proteger, «esta actuación fue vista como una oportunidad excelente para restaurar la pieza y devolverle el esplendor que había perdido por el paso del tiempo y por una intervención anterior, encargándose su restauración a la empresa especializada Dédalo Bienes Culturales SL».
«Esta obra cerámica puede considerarse como un ejemplar único», prosigue José León Calzado, «pues después de revueltas como La Gloriosa a mitad del siglo XIX y otros edictos aprobados por el Ayuntamiento durante aquella centuria se produjo una eliminación generalizada de las imágenes sagradas y altares públicos que se encontraban en las calles y plazas de Sevilla. Pocas son las obras de este tipo que han logrado conservarse, por lo que el retablo cerámico constituye una creación artística e histórica de primer orden por sus valores y también por sus características técnicas, ya que ha desvelado multitud de aspectos sobre la producción alfarera que se hacía en Triana en los siglos XVII y XVIII».
El historiador resalta que precisamente estas características técnicas y las analogías que presenta el retablo con otras obras conservadas, caso del retablo de San Fernando de San Clemente y el de Cristo caído, hoy en el Museo de Bellas Artes, son «las que han permitido catalogarlo como una obra plenamente barroca datada a mediados del siglo XVIII. Diversas señales han revelado que en un momento dado de su historia fue arrancado de su lugar original y colocado en la fachada donde ha sido conocido a lo largo del siglo XX, lugar al que la leyenda popular concede el sobrenombre de la Casa de una noche, por ser supuestamente donde el rey Fernando III pernoctó durante la víspera de su entrada triunfal en Sevilla».
«El retablo cerámico se encontraba en un estado de conservación malo, ya que sus patologías estaban originadas por la acción humana», prosigue el historiador. «Presentaba multitud de fragmentaciones por la extracción anterior, además de perforaciones muy profundas ocasionadas por disparos recibidos durante las revueltas de la Guerra Civil, que habían generado a su vez fisuras por las que penetraba de forma directa la humedad, ocasionando así el deterioro de las baldosas».
La restauración «se ha desarrollado con una base teórica importante compuesta por el examen exhaustivo sobre su estado de conservación y por su caracterización técnica. La intervención se ha desarrollado durante cinco semanas. A lo largo de este proceso se efectuaron labores de limpieza en todas sus facetas, la unión de fragmentos, la restitución de lascas en su disposición original y la reintegración volumétrica y cromática con criterio científico de las lagunas que presentaba. Especialmente importante para su contemplación final han sido las actuaciones de reorganización de fracciones originales que se hallaban dispuestas de forma errónea y la ejecución ex profeso de la franja superior del enmarcado, tomando como modelo el original conservado en la zona inferior. Así, la restauración ha concluido no solo con la subsanación de su deterioro, sino con la recuperación de su composición original barroca, que podrá contemplarse en todo su esplendor en la fachada».